jueves, 29 de agosto de 2013

Caminos hacia una educación para la sostenibilidad

Los ecosistemas se organizan en buena medida en proximidad y viven de lo próximo. Una escuela para la sostenibilidad es una escuela que existe como territorio y en el territorio próximo, que se relaciona sobre todo con lo cercano, que intenta abastecerse de recursos producidos en proximidad.

Más allá de las vallas está el mundo adulto, el mundo del barrio, del trabajo, el mercado, las plazas... Hablamos de salir y colaborar en estos espacios. La tierra en la que crecemos (jugando, relacionándonos e investigando) se convierte en una referencia afectiva. Si está en peligro, saldremos en su defensa.
Limpiar el jardín, decorar vallas, reparar averías, construir, hacerse responsables del mantenimiento. Antes que una escuela de la simulación y la virtualidad, es necesaria una escuela del territorio físico real.

Pasear por suelos sin cementar, jugar en solares, aprender sin techo, usar la bici como medio de transporte, exponerse al frío y al calor, o recorrer suelos irregulares con plantas que pinchan son experiencias infrecuentes y cada vez más necesarias.

Agua potable: solución para uno de los mayores problemas de la humanidad

Una lección desde Chile.

Alfredo Zolezzi, del Advanced Innovation Center en Chile dedicó la primera parte de su carrera a crear productos para la industria petrolera. Alcanzó un gran éxito como emprendedor desarrollando tecnología que facilita la extracción de petróleo de pozos abandonados usando ondas de ultrasonido de alta frecuencia y alto poder. También tenía ideas sobre nuevas tecnologías que podrían reducir el costo de refinar el crudo pesado, así como su viscosidad y contenido de azufre. Zolezzi probablemente habría ganado miles de millones si las hubiera perfeccionado.

Pero en 2009 leyó que Naciones Unidas debatía una resolución para hacer del acceso al agua potable un derecho humano básico, tal como el derecho a los alimentos y a la libertad. Cuando Zolezzi investigó este tema, se dio cuenta que 884 millones de personas no tienen acceso a fuentes seguras de agua potable y que 1,5 millones de niños menores de cinco años mueren cada año a causa de enfermedades ligadas a problemas sanitarios y de agua.

Los virus que se propagan a través del agua son la principal causa de enfermedades y muertes en el mundo, cobrando más de 3,4 millones de vidas cada año.
Zolezzi quedó aún más sorprendido cuando descubrió que el sufrimiento no ocurría únicamente en África Subsahariana. Un barrio pobre que visitó cerca de su hogar en Santiago de Chile tenía el mismo problema. Sus habitantes se enfermaban frecuentemente y gastaban una parte sustancial de sus ingresos en atención hospitalaria de emergencia.
Se dio cuenta que había vivido una vida privilegiada. Creció en una familia de clase media, tuvo una buena educación y logró un gran éxito personal usando tecnología para resolver los problemas de las grandes empresas.
Zolezzi dice que se dio cuenta que necesitaba usar estos dones para hacer algo por aquellos que no tienen nada.
Así que decidió cambiar su enfoque y desarrollar una tecnología que ayude a resolver el problema de la purificación del agua. Comenzó ajustando su tecnología de extracción de crudo para que eliminara contaminantes microbianos en el agua.
Zolezzi me dijo que fue motivado por una necesidad social. Pero también creyó que podía crear una compañía rentable y alcanzar el éxito.
El emprendedor y su equipo pasaron 18 meses desarrollando un sistema que convierte el agua a un estado de plasma a través de un campo eléctrico de alta intensidad y elimina el contenido microbiano a través de la electroporación, oxidación, ionización, radiación ultravioleta e infrarroja y ondas de choque.
A mediados de 2011, instalaron el sistema en el barrio marginal de Santiago que había visitado. 
Alfredo Zolezzi-Advanced Innovation Centre-plasmagua
Escuché sobre el proyecto de Zolezzi cuando visité Chile en abril de 2012 como asesor en innovación para el gobierno del país. Cuando llegué, Rosa Reyes, líder comunitaria del barrio marginal Fundo San José, me dijo lo agradecida que estaba con Zolezzi y su equipo por transformar sus vidas. Su productividad se incrementó. Sus vecinos dejaron de pedir dinero prestado entre ellos para pagar por tratamientos médicos. Reyes dijo que el hospital local, creyendo que los pacientes estaban acudiendo a uno de sus competidores, envió un representante para preguntar por qué dejaron de frecuentar sus instalaciones.
Esta tecnología fue probada recientemente para determinar si se ajusta a los lineamientos de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) y por la principal autoridad estadounidense de certificación y estándares de salud, NSF International. Según correos electrónicos y resultados de pruebas que Zolezzi compartió conmigo, no sólo superó los estándares más altos de NSF, sino que eliminó 100% de las bacterias y virus en las muestras altamente contaminadas que la organización analizó.
Unidades de esta tecnología de purificación de agua, suficientes para abastecer una población pequeña y que consumen menos energía que una secadora de pelo, deberían costar cerca de US$500 cuando se produzcan en masa.
Una tecnología desarrollada por un equipo pequeño en Chile podría hacer mucho para resolver uno de los mayores problemas de la humanidad.
También podría ser altamente rentable.
Esta tecnología tiene aplicaciones para hogares en todo el mundo, así como en hospitales, aviones y prácticamente en cualquier lugar en donde se consuma agua. Los estadounidenses gastan US$12.000 millones cada año en agua embotellada porque no confían en el agua de sus grifos. Este costoso líquido a menudo tiene un contenido bacteriano más alto que el agua del grifo. Los consumidores estarían dispuestos a comprar un aditivo para sus filtros de agua que les garantice 100% de pureza. Este podría ser fácilmente un negocio multimillonario.
Hacer algo que beneficie a la sociedad y crear un negocio que cambie al mundo y sea rentable no es algo incompatible. Esta podría ser la mejor forma para que los emprendedores alcancen su paz y felicidad en un mundo lleno de contrastes.
Vivek Wadhwa
Fuente: WSJournal Américas

El movimiento ecologista y la defensa del decrecimiento

Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University



Desde sus inicios, el movimiento ecologista ha tenido dos vertientes o versiones. Una asume que el mayor problema que tiene la humanidad debido al deterioro del medioambiente se debe al crecimiento demográfico que, al generar el consumo de más y más recursos, llegará a determinar un deterioro total del medioambiente, que será inhabitable.
El autor más conocido de esta versión (que fue homenajeado por el gobierno de la Generalitat en 2009), que podríamos llamar malthusiana, es Paul Ehrlich que terminaba su famoso libro The Population Bomb con este párrafo “La causa más importante del deterioro ambiental a nivel mundial es fácil de ver. La raíz del problema es que cada vez hay más coches, más fábricas, más detergentes, más pesticidas, menos agua, demasiado dióxido de carbono, resultado de que hay demasiada población en el mundo”.
De esta explicación de la crisis medioambiental, Paul Ehrlich deriva su propuesta de solucionarla centrándose en controlar el tamaño de las poblaciones e intentar reducir su crecimiento. Esta versión aparece de muchas maneras y con distintos matices. Suele ir acompañada de la teoría de las limitaciones de los recursos que se están consumiendo y, entre ellos, los recursos energéticos son un ejemplo claro. La futura limitación de las fuentes de energía no renovables tiende a ser el caso citado como causa de alarma y preocupación por los autores pertenecientes a esta tradición.
La otra versión del movimiento ecologista es la que centra la causa del deterioro ambiental, no tanto en el crecimiento de la población, sino en el crecimiento de la utilización de tecnologías o sustancias tóxicas y contaminantes, que pueden sustituirse, independientemente del crecimiento de la población. Su máximo exponente es Barry Commoner que fue el fundador del movimiento ecologista progresista en EEUU y que, diferenciándose de la versión conservadora –que se caracterizó por su determinismo demográfico-, centró sus propuestas en el cambio y sustitución de los recursos y tecnología utilizados, cuestionando la inevitabilidad del deterioro medioambiental que Ehrlich consideraba como consecuencia del crecimiento demográfico. Barry Commoner mostraba la reducción del dióxido de carbono (resultado de sustituir el tráfico de mercancías por carretera por el de tráfico ferroviario, basado en la electricidad) como ejemplo de la reversibilidad del daño medioambiental. Barry Commoner no ponía el énfasis en el crecimiento demográfico sino en la utilización de productos que afectan negativamente al medioambiente y, por lo tanto, a la humanidad. La solución es encontrar sustitutivos a los productos contaminantes. La sustitución de la energía nuclear por las energías renovables como la solar es un ejemplo de ello.
En varios escritos, que se han convertido en clásicos, Commoner analizó la contaminación atmosférica (debida al dióxido de carbono) en varios países desarrollados y subdesarrollados, mostrando que la variable más importante para explicar la calidad ambiental no era la población sino la tecnología utilizada, de manera que países con escasa población podían ser muy contaminantes y países muy poblados no tenían que ser contaminantes, pues podían utilizar tecnologías que no afectaban negativamente al ambiente (Commoner, Barry “Rapid Population Growth and Environmental Stress” y “Population, Development, and Environment: Trends and Key Issues in the Developed Countries”, ambos publicados en elInternational Journal of Health Services, Volumen 21, 1991 y Volumen 23, 1993). La población podía ser una variable influyente en el crecimiento de la toxicidad en el medioambiente, pero el impacto de la tecnología utilizada era varias veces superior al impacto generado por el tamaño de la población. Barry Commoner cuestionaba el catastrofismo que suele caracterizar la versión ecologista conservadora, refiriéndose al mejoramiento de las aguas en varios ríos estadounidenses, resultado de la regulación del flujo de sus aguas.
Esta concienciación de la importancia de la utilización de estas tecnologías y productos contaminantes llevó a Barry Commoner a analizar porqué unas tecnologías eran utilizadas más que otras. Y ello le llevó al estudio de la estructura económica y energética de un país, concluyendo que la estructura de poder que sostiene el tipo de producción era el causante del deterioro ambiental. Y le preocupaba mucho, por ejemplo, la enorme concentración de la propiedad de las energías no renovables que coincidía con la de las renovables. Y de ahí deriva el problema. 
Las teorías del decrecimiento
Una situación semejante existe ahora en algunas de las teorías del decrecimiento. En un momento en el que la economía no crece, causando enormes daños, como el elevado desempleo, aparecen teorías económicas que sostienen que el crecimiento económico es malo, pues consume más y más recursos que son finitos, cuya desaparición causará gravísimos daños, considerando el decrecimiento como una evolución positiva, forzándonos a todos a ser más austeros en nuestro consumo. Como millones de seres humanos ya viven en condiciones de gran austeridad, no queda claro qué es lo que tienen que hacer los países austeros, excepto desincentivar que se consuma más. Su solución, por lo tanto, se aplicaría a los países de gran consumo, comúnmente conocidos como “países económicamente desarrollados”. Y es ahí donde se centra la propuesta de reducir el consumo que se considera un despilfarro de recursos finitos e insustituibles.
El problema con esta propuesta es (tal como Barry Commoner criticaba a Paul Ehrlich) que asume erróneamente que solo hay un tipo de consumo y actividad económica y que hay solo una manera de crecer económicamente (además de sostener también la finitud de recursos y/o su falta de sustituibilidad).
El crecimiento es una categoría contable y tiene un carácter genérico que nos dice muy poco. Se puede crecer económicamente produciendo prisiones y tanques y se puede crecer construyendo escuelas e investigando cómo curar el cáncer. Se puede crecer construyendo grandes edificios o manteniendo los ya existentes para hacerlos más ahorradores de energía y habitables. Ser anticrecimiento, sin más, es una actitud que refleja un cierto inmovilismo que perjudicará a los más débiles de la sociedad como ya estamos viendo ahora, cuando las sociedades están decreciendo. La cuestión no es, pues, crecimiento o decrecimiento sino qué tipo de crecimiento, para qué y para quién. Hoy las necesidades de la población mundial son enormes. Exigir que el mundo deje de crecer es equivalente a negar la posibilidad de mejorar. Ni que decir tiene que existen ya los recursos para permitir una vida digna a todos los ciudadanos del mundo. Ahora bien, alcanzar esta realidad requerirá una enorme redistribución de los recursos que será necesaria pero insuficiente, pues habrá la necesidad de producir más y mejor para satisfacer las enormes necesidades, definidas estas democráticamente.
Esta redistribución no pasa necesariamente por una reducción del crecimiento de los países desarrollados como algunas voces del movimiento por el decrecimiento están sugiriendo. En realidad, y tal como he indicado anteriormente, el tema relevante no es el crecimiento sino el tipo de crecimiento. La sustitución del transporte de mercancías en camión por un sistema ferroviario no contaminante para ahorrar energía o la sustitución del coche contaminante por el coche eléctrico o del coche individual por el transporte público colectivo no suponen necesariamente un crecimiento menor sino otro tipo de crecimiento. Esto es lo que algunos defensores del decrecimiento parecen ignorar. Es necesario redefinir lo que se entiende por crecimiento pero me parece erróneo asumir que hay solo una forma de crecer y concluir, con ello, que el crecimiento económico es intrínsecamente negativo. Como también me parece erróneo asumir que la inteligencia humana, puesta al servicio de las necesidades de la población en lugar de optimizar la acumulación del capital, no pueda redefinir los recursos materiales, de manera que enriquezcan en lugar de que deterioren la calidad medioambiental del planeta. Ejemplos de que ello es posible ya tenemos, como bien documentó Barry Commoner.
Una última observación. Nada de lo que he dicho puede interpretarse como una dilución de mi compromiso en cuanto a la necesidad de tomar medidas radicales para prevenir el deterioro medioambiental y aplaudo el esfuerzo de movimientos ecologistas a favor de concienciar a la ciudadanía del grave problema que se ha creado con el crecimiento actual, poco respetuoso, cuando no hostil, con la calidad medioambiental de donde las poblaciones viven. Pero, es este mismo compromiso el que me exige ser crítico con aquellas voces que parecen añorar nostálgicamente un mundo pasado, negando la posibilidad del progreso. Hace años, debatí con Ivan Illich, criticando su postura opuesta a la universalización de los servicios sanitarios, por considerar que negaban al ser humano su característica de ser autónomo, creando dependencias del sistema médico. Este mirar atrás puede verse fácilmente como una mera actitud regresiva. Y es ahí donde creo que se puede llegar con este discurso anticrecimiento. Se tiene que exigir otro tipo de crecimiento, un crecimiento que responda a las necesidades humanas y no a la necesidad de acumular capital, pero esto es muy distinto a paralizar todo el crecimiento. Me parece un profundo error

¿Cuánto subirá el precio de la electricidad?

La actuación del ministro Soria desde su toma de posesión ha estado presidida por la idea de acabar con el llamado déficit tarifario y la deuda acumulada a partir de él. Por ello ha desarrollado una abundante producción de normativa incluyendo dos leyes(una se empezará a tramitar en septiembre), 8 reales decreto-Ley y una batería incontable de decretos y órdenes ministeriales.

Una de las consecuencias conocidas de este despliegue legislativo ha sido la paralización de instalaciones de producción con fuentes renovables a principios de 2012 y posteriormente una serie de recortes en las retribuciones que perciben, que amenazan con hacer inviables algunas de las instalaciones ya construidas. No es en modo alguno exagerado hablar de desmantelamiento de un sector industrial sobre el que algunos pensábamos que podía pivotar la recuperación económica. Por ello las quejas de todos los agentes que operan en este sector son continuas y razonables.
Para justificar este desmantelamiento el Gobierno ha indicado que pretendía repartir equitativamente las cargas de la crisis entre todos los agentes del sector y evitar una subida desmesurada de los precios de la electricidad.
No es cierto que el reparto de la carga haya sido equilibrado entre los distintos tipos de productores. Así, los que emplean energías renovables han sido mucho más golpeados que el sector eléctrico tradicional que produce con tecnologías convencionales. ¿Es cierto entonces que se ha evitado una subida desmesurada de los precios eléctricos?. Y la respuesta es que tampoco.
En el precio que cualquier usuario paga por la electricidad existen dos componentes. El primero de ellos, denominado peajes de acceso, permite pagar las partes del servicio eléctrico que no están liberalizadas. Es decir los costes de transporte y distribución, los incentivos para el uso de energías renovables, las anualidades correspondientes a la deuda eléctrica, el servicio de interrumpibilidad y otras partidas menores. El Gobierno determina semestralmente a través de una orden ministerial como se reparten los peajes entre los distintos usuarios eléctricos. El segundo componente es el que corresponde a las actividades liberalizadas y con él se pagan los servicios de comercialización y la producción en un mercado mayorista. En lo que sigue llamaremos a este componente, "la parte del mercado".
Dado que las comercializadoras repercuten por entero "la parte del mercado" a sus usuarios, el déficit de un año se produce porque las cantidades recaudadas a través de los peajes no alcanzan a pagar los costes reconocidos. Este déficit viene acumulándose desde que Rato era vicepresidente económico con competencias en energía en el primer Gobierno de Aznar, y ha generado una deuda reconocida de más de 26.000 millones de euros(ME). Pagar esta deuda representa un coste de 2.350 ME en 2013 para todos los usuarios eléctricos a través de los peajes.
Es preciso también resaltar que, aunque se habla mucho de asignación equitativa de costes entre los usuarios y transparencia en la formación de precios, lo cierto es que a través de los peajes, se ha venido produciendo una transferencia de rentas de los usuarios eléctricos domésticos a los grandes consumidores industriales, ya que las sucesivas órdenes de peajes han asignado de manera desigual los costes entre unos y otros. Como consecuencia de la última orden (IET/1491/2013), en vigor desde agosto, los usuarios domésticos pagan una media de 102 Euros/MegaWatioHora (E/MWH) mientras que el sector servicios y la pequeña industria paga 79,4 E/MWH y el sector industrial gran consumidor sólo 31,2. Entre estas últimas existen además 4 empresas muy consumidoras de electricidad que reciben un complemento de más de 700 ME en concepto de servicio de interrumpibilidad (supresión del servicio en caso de necesidad), que en realidad no prestan ya que existe una enorme cantidad de potencia de generación ociosa. Se trata por tanto de una descarada ayuda de estado a este sector industrial. No es de extrañar entonces que las tarifas domésticas en nuestro país sean de las más altas de Europa, mientras que el sector industrial se sitúa en valores medios.
Otra característica de la citada orden de peajes es que implica un cambio sustancial en la estructura de pagos. Los usuarios pagarán mucho más por la potencia que tengan contratada de lo que lo hacían hasta ahora, mientras que se reduce la cantidad que depende de la energía consumida. El Gobierno indicó que con ello pretendía hacer pagar más a las viviendas vacías. Y es cierto, pero también lo es que se desincentiva el interés de los usuarios por el ahorro. A título de ejemplo, para un usuario doméstico cuyo consumo sea igual a la mitad del consumo medio del país (unos 2000 KWH/año), el cambio de sistema comporta una subida del 10%. Para quién consuma el doble de la media del país, el nuevo sistema de facturación significa un ahorro de más del 25%. Se premia así el comportamiento despilfarrador y se desincentiva la introducción de equipamiento eléctrico eficiente, no sólo en el sector doméstico, sino también en el industrial. Todo ello para asegurar que en cualquier caso se paga el déficit de tarifa.
Tiene su ironía que en una orden de peajes que se tramitó a finales de 2012 y que finalmente no vio la luz tras ser sometida a información pública en la Comisión Nacional de la energía (CNE), se hacía justamente lo contrario, es decir establecer un sistema de progresividad que hacía que el precio de la electricidad subiera más para aquellos consumos domésticos que superaban los valores medios. Toda una prueba de incoherencia este giro de 180 grados en la política ministerial.
Con todo lo dicho, la electricidad en agosto ha experimentado una subida media del 3,2%. Pero no es la última subida que se hará este año ya que en el último trimestre se modificará el precio correspondiente a la llamada "parte del mercado" como resultado de la subasta CESUR. Un mercado de futuros eléctricos en el que se intercambia una muy pequeña cantidad de energía, pero que sirve de referencia para los precios que fija la administración para la Tarifa de Último Recurso. Como no es previsible que se mantengan las excepcionales condiciones de eolicidad e hidraulicidad de principio de año, es muy posible una subida importante.
En años posteriores se mantendrá la tendencia porque no se podrá incurrir en déficit. Aunque la memoria económica de la orden de peajes citada no prevé ningún déficit para 2013, el ministro Soria en su comparecencia en el Congreso el 17 de Julio, señaló que el déficit sería en 2013 de entre 2500 y 3000 ME. Si se tiene en cuenta que el volumen de facturación eléctrica en 2013, sin impuestos ni sistemas de medida, será de unos 32.000 ME, se ve que absorber el déficit significa una subida importante, que muy probablemente será repercutida preferentemente sobre los usuarios domésticos, como viene siendo habitual.
Además entre las medidas complementarias aplicadas está la hibernación temporal de centrales en ciclo combinado decisivas en la formación de precios, que comportarán subidas en la "parte del mercado" de los precios eléctricos también significativas.
El Gobierno dispone de cierto margen de maniobra para encajar todas las piezas descritas, pero en cualquier caso no es nada aventurado prever importantes subidas de unos precios que ya son inaceptablemente altos.
*Ladislao Martínez López es miembro de ATTAC

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