Los ecosistemas se
organizan en buena medida en proximidad y viven de lo próximo. Una escuela para
la sostenibilidad es una escuela que existe como territorio y en el territorio
próximo, que se relaciona sobre todo con lo cercano, que intenta abastecerse de
recursos producidos en proximidad.
Más allá de las vallas
está el mundo adulto, el mundo del barrio, del trabajo, el mercado, las
plazas... Hablamos de salir y colaborar en estos espacios. La tierra en la que
crecemos (jugando, relacionándonos e investigando) se convierte en una
referencia afectiva. Si está en peligro, saldremos en su defensa.
Limpiar el jardín,
decorar vallas, reparar averías, construir, hacerse responsables del
mantenimiento. Antes que una escuela de la simulación y la virtualidad, es
necesaria una escuela del territorio físico real.
Pasear por suelos sin
cementar, jugar en solares, aprender sin techo, usar la bici como medio de transporte,
exponerse al frío y al calor, o recorrer suelos irregulares con plantas que
pinchan son experiencias infrecuentes y cada vez más necesarias.
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