Cuidar nuestro entorno, apreciar la vida y la herencia de nuestros mayores, conciencia medioambiental. Menos talas y más reforestación, nos va la buena vida en ello. 🌳🌳🌳🌳🌳y que nos concedan una senda al merendero de Valdepison (no me cansaré de pedirlo y ya van 6 años...) aunque el Pleno desestime el pliego de firmas... Comenzamos campaña en Diputacion Provincial de Burgos y Cadena SER Aranda de Duero
María Teresa Palacios Blasco
PEÑARANDA DE DUERO
El poema la defensa del árbol de Nicanor Parra es uno de los cuentos, relatos y poemas que componen el tomo III de la colección “Cuento contigo”, conformando un maravilloso libro a partir de los 10 años completo de historias clásicas y sensaciones que recorren variadas generaciones.
Este poema hace referencia y cuestiona el mal trato que reciben los árboles sin merecerlo, generando en mi sentimientos frustrantes, que por un lado me incomodan al evidenciar que la vida es tan injusta, son muchos los que reciben golpes y ofensas sin saber porque. El hombre vive de tal manera que no agradece ni valora las pequeñas cosas que tenemos a nuestro alrededor, más bien las critica, a pesar de que satisfagan nuestras necesidades. Es incomprensible para mí ver como son más de uno los que contaminan intencionadamente nuestras preciosas costas y paisajes naturales, lo cual me hace concordar y enamorarme aun más del poema al señalar:
“La gran persona que es el árbol!
El da la fruta deleitosa
Mas que la leche, más que el nardo;
Leña de oro en el invierno,
Sombra de plata en el verano” (p. 368)
Recuerdo caminatas con mi abuelo por los parques apreciando la belleza de los distintos árboles, intentando reconocer sus nombres y características, observando sus frutos e intentando alcanzar una roja manzana que cuelga desde lo alto. Es inevitable pensar que las generaciones anteriores aprecian la naturaleza que nos rodea, quizás por las experiencias de su juventud, quizás porque sus abuelos les enseñaron, al igual que a mí, pero no se puede negar que hoy en día los pequeños no reconocen árboles ni les gusta apreciar la naturaleza, más bien es una entretención romperla. Es probable que los padres no lleven a sus hijos a conocer árboles distintos a los que ven en las plazas, por lo menos en Santiago, ni lo consideren una prioridad, por ello el autor señala:
“Seguramente que tu madre
No sabe el cuervo que ha criado,
Te cree un hombre verdadero,
Yo pienso todo lo contrario” (p. 367)
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