Así como el racismo es
la discriminación de quienes no tienen ciertos rasgos físicos y el sexismo la
de quienes no son de cierto sexo, la discriminación de quienes no pertenecen a
una cierta especie (la humana) ha recibido el nombre de especismo.
La situación que hoy
sufren los animales no puede ser considerada justa. Por el contrario, responde
a una actitud que podemos evaluar de forma semejante a la que causa la
discriminación de muchos seres humanos.
El ámbito académico no
ha sido ajeno a esto. El autor de este artículo es profesor de Filosofía Moral
y Política en la Universidad de Santiago de Compostela.
Óscar Horta
La consideración por
los animales ya no es una cuestión anecdótica que interese a muy poca gente.
Hoy existe un movimiento creciente de personas concienciadas con su defensa,
que rechazan su explotación y reivindican que los animales deben ser plenamente
respetados.
El ámbito académico, y
más en concreto el de la filosofía moral y política, no ha sido ajeno a esto.
También en él se ha disparado el interés sobre este tema. En línea con lo que
es propio a su campo de trabajo, desde esta disciplina se han examinado
los argumentos a favor y en contra de la defensa de los animales. Se
han revisado las evidencias que los respaldan y se ha indicado cuáles de ellos
llevan a contradicciones o posiciones injustificadas.
A continuación vamos a
ver cuáles son esos argumentos. Ello, mejor que cualquier otra cosa, nos puede
mostrar por qué hay cada vez más gente que se toma en serio la defensa de los
animales.
Un punto de partida
útil para examinar esta cuestión pasa por empezar considerando qué es lo que
ocurre en el caso de los seres humanos. El hecho es que entre estos hay muchos
que, desde luego, distan de ser respetados. Entre los seres humanos han
existido y existen múltiples discriminaciones: xenofobia, homofobia, racismo,
sexismo... Y a lo largo de la historia no han faltado los intentos de
justificarlas. El racismo y el sexismo, por ejemplo, han sido defendidos
sosteniendo que los “blancos” o los varones son superiores al resto por estar
en una situación de poder. O apelando a la solidaridad mutua de quienes
pertenecen a tales grupos. Afortunadamente, cada vez más gente considera a día
de hoy que tales argumentos son inaceptables, y que de ningún modo pueden
justificar que se trate a unos mejor que a otros o a otras.
Estas discriminaciones
también han sido defendidas, en otros casos, afirmando que “blancos” y varones
son intelectualmente superiores al resto. Hoy sabemos que tal suposición es
totalmente absurda, obviamente. Pero, además, hay otras razones para rechazar
tal razonamiento. El hecho es que este mismo argumento ha sido usado para
discriminar a aquellos seres humanos que no poseen ciertas capacidades
cognitivas complejas. Y hay muchos seres humanos con diversidad funcional
intelectual que están en tal situación. Más aun: todos y todas, en algún
momento de nuestras vidas, hemos carecido de tales capacidades. ¿Cuándo? Pues
cuando éramos niños y niñas de corta edad.
Así, si este argumento
fuese aceptable, ello significaría que la discriminación contra todos estos
seres humanos estaría justificada. Por fortuna, sin embargo, esto es totalmente
rechazado por mucha gente. Es inaceptable por completo tratar a alguien peor
que al resto porque no posea unas capacidades intelectuales complejas. Todos
los seres humanos deben ser respetados. Debemos, pues, dar todo nuestro apoyo a
quienes luchan por los derechos de quienes están en tal situación.
Veamos ahora qué
sucede en el caso de los animales. O, para decirlo con más exactitud, en el
caso de los animales de especies distintas a la nuestra (pues los seres humanos
no somos vegetales, ni hongos, protistas, arqueas o bacterias, sino que también
somos animales).
De manera cotidiana,
los animales no humanos son considerados poco más que cosas. Se actúa con ellos
como si no mereciesen ningún respeto mínimamente significativo. Y, así, son explotados de las maneras más terribles
para beneficio humano.
A menudo se da por
obvio que actuar así es correcto. Se da por supuesto sin más, hasta tal punto
que no se piensa que sea necesaria ninguna explicación. Se asume que hemos de
respetar a los seres humanos y no a los demás animales porque sí, por el mero
hecho de que unos son humanos y otros no. Pero “porque sí” no es ninguna
justificación. Es necesaria alguna razón que respalde tal posición.
¿Qué argumentos se
pueden dar para defender tal actitud? Muchas veces se indica que solo los seres
humanos merecemos respeto pleno porque poseemos ciertas capacidades
intelectuales complejas de las que carecen los demás animales. En otros casos,
se sostiene que tenemos sentimientos de simpatía o solidaridad por otros
miembros de nuestra especie, pero no por los demás animales. Y, en otros, se
dice simplemente que somos más poderosos que los demás animales, y que ello
legitima nuestra conducta hacia ellos.
¿Nos suena esto
conocido? Por supuesto. Estos mismos argumentos son los que han sido empleados
para discriminar a muchos seres humanos. Sin embargo, como vimos, consideramos
que tal discriminación es totalmente intolerable. Ahora bien, siendo esto así,
no podemos aceptar que tales argumentos sean válidos. Si solo hemos de respetar
a quien tiene ciertas capacidades intelectuales, ello supone que no hay que
respetar a los seres humanos que no las poseen. Y lo mismo ocurre en el caso de
la simpatía o las relaciones de fuerza. Si, por el contrario, tales argumentos
no son aceptables, no pueden justificar tampoco, pues, que se discrimine a los
animales. El argumento no puede
funcionar solo en el caso de los animales. Eso equivaldría, en
realidad, a seguir afirmando que solo se debe respetar a los seres humanos
“porque sí”. Y, como ya hemos visto, “porque sí” no es ninguna justificación.
Hay quienes pueden
pensar que con esto se está insinuando que los seres humanos excluidos o sin
ciertas capacidades intelectuales podrían ser denigrados y desconsiderados como
hoy lo son los animales. En realidad es justo al contrario. Como acabamos de
ver, quienes realmente apoyan dicha desconsideración son quienes argumentan en
contra de los animales. Son ellos quienes (probablemente sin darse cuenta),
están empleando razones que, si fuesen aceptadas, supondrían la denigración,
discriminación y explotación de un gran número de seres humanos. En cambio,
quienes critican esos argumentos no solo están protegiendo a los animales no
humanos. También están defendiendo de cualquier ser humano que pudiese verse
excluido o excluida por dichos argumentos.
Todo esto tiene
sentido, además, si pensamos en lo que resulta relevante para que nos respeten.
Para vencer en un campeonato de ajedrez seguramente sea necesario tener ciertas
capacidades intelectuales. Pero para respetar a alguien debería ser necesario
simplemente que pueda sufrir y disfrutar. ¿Por qué? Pues porque, en el sentido
más básico, respetar a alguien es evitar que nuestros actos y omisiones le
causen un daño. Siendo esto así, lo relevante para que necesitemos el respeto
de los demás, ¿qué es? Pues no es el hecho de ser humanos. Es tan solo que
tengamos la capacidad de sufrir daños. Ni más, ni menos. Y tal capacidad no la
poseemos solo los seres humanos. La tienen todos aquellos animales que, por
poseer un sistema
nervioso centralizado que procesa y codifica información para
convertirla en experiencias, tienen la capacidad de sufrir y disfrutar. Esto
supone que todos los animales sintientes necesitan ser respetados
independientemente de cuál sea su especie (lo que explica también la diferencia entre
la defensa de los animales y el ecologismo).
Por último, podemos
examinar de un modo muy sencillo si nuestra actitud hacia los animales no
humanos está justificada. Simplemente tenemos que pensar qué nos parecería
aceptable si nos pusiésemos en su lugar. A día de hoy los animales sufren daños
terribles para nuestro beneficio. Imaginemos que, para recibir tales beneficios
tuviésemos que padecer esos mismos daños que padecen los animales. Sin duda nos
parecería un coste inaceptable. Si eso es así, no puede ser justo que lo sufran
los animales. No resulta justificado comportarnos con los demás como nunca
querríamos que se comportasen con nosotros o nosotras si estuviésemos en su
lugar.
En definitiva, ¿qué
muestran todas estas razones? Pues que la situación que hoy sufren los animales
no puede ser considerada justa. Por el contrario, responde a una actitud que
podemos evaluar de forma semejante a la que causa la discriminación de muchos
seres humanos. Por esto, hace ya varias décadas fue acuñado un término para
nombrar tal actitud. Así como el “racismo” es la discriminación de quienes no
tienen ciertos rasgos físicos y el “sexismo” la de quienes no son de cierto
sexo, la discriminación de quienes no pertenecen a una cierta especie (la
humana) ha recibido el nombre de especismo.
Este es un término
nuevo que puede que nos llame la atención. Pero, como hemos visto, hay fuertes
argumentos para concluir que la mayoría de los seres humanos somos especistas
con los animales.
Estas ideas llevan ya
bastantes años debatiéndose
en el campo de la filosofía moral y política. Pero a día de hoy su discusión ya
comienza a tener lugar también en el
conjunto de la sociedad. Esto sin duda le resultará muy chocante a
bastante gente. Es normal. Es lo que ocurre cuando alguna idea nueva revuelve
la forma de ver las cosas que teníamos antes. Por este motivo, muchas veces se
reacciona queriendo ridiculizar la defensa de los animales. Pero que una idea
resulte correcta no depende de lo nueva o vieja que sea. Y ridiculizar una idea
es algo muy distinto de rebatirla. Para esto último hacen falta razones. Y,
como hemos visto, aquí las razones están de otra parte. De la parte de quienes
apoyan que se respete a los animales. De la parte de quienes se oponen al
especismo y a las discriminaciones arbitrarias. De la parte, en definitiva, de
quienes simplemente defienden que actuemos de manera justa con los (y las)
demás, independientemente de cuál sea su color de piel, sexo o especie.
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