Por Jorge Dobner
Cuando la pandemia por el Coronavirus seguirá presente al menos durante unos meses – hasta la verificación de una vacuna eficaz y segura – la ciudadanía no podemos bajar la guardia siendo responsables en las medidas de seguridad y en la del resto para evitar la propagación de nuevos rebrotes.
Las cuestiones sanitarias siguen siendo prioritarias, pero tampoco es una cuestión menor la titánica tarea de reconstrucción social para minimizar las negativas consecuencias derivadas de la crisis socioeconómica.
A diferencia de la crisis del 2008, parece haber un clima de colaboración a favor, como es el caso de las instituciones europeas que han respondido con mayor diligencia y solidaridad que antaño, para la aprobación de un plan ambicioso de salvaguarda en los países miembros. A través de los eurobonos y otras medidas de soporte que se están concretando.
Los expertos vienen advirtiendo de una oportunidad de cambio real para profundizar en las reformas que se dejaron pendientes en la crisis anterior y que ahora hay la voluntad de materializar. Las nuevas formas de economía, ya no son alternativas sino realidad.
La Economía Verde y Circular o la Economía Social Solidaria forman parte de esa expresión que no se basan en el beneficio puramente materialista, sino que funcionan al servicio de las personas y de nuestro planeta.
Y que deben ser clave por las respuestas locales y comunitarias que ya está ofreciendo. Unas experiencias que permiten ofrecer un futuro digno a tantas personas y comunidades alrededor del mundo.
Ese cambio económico viene acompasado de un cambio de estilo de vida que vemos gana aceptación por cada vez más personas, y que por otro lado, puede ser solución a problemas que nuestras sociedades venían arrastrando durante décadas.
Es el caso del éxodo rural que ahora se puede revertir de manera efectiva. Lo nuevo y lo viejo se combinan para hacerlo posible. Gracias al uso de las nuevas tecnologías la ruralización toma fuerza para emprender una nueva forma de vida, una nueva profesión o un negocio.
El teletrabajo crece a pasos agigantados y los proyectos laborales no necesitan ubicarse en núcleos urbanos. Esto motiva a las personas irse a vivir a zonas más tranquilas, con alquileres más asequibles, también para crear negocios.
El vivir en estas zonas rurales bien conectadas en la red hace más fácil encontrar viviendas más grandes o integradas donde montar el negocio deseado. Incluso en el crecimiento exponencial de startups de e-commerce no dependientes del espacio físico.
Esto se vincula a la vez por la revalorización del comercio local, el producto de proximidad y lo ecológico acorde a un estilo de vida consciente y saludable. El estar más en contacto con el hábitat del sector primario y conocer de primera mano lo que consumimos.
También en lo tecnológico, la fabricación digital y el Internet de las cosas, se está potenciando su impacto a nivel social y educativo.
Recientemente la revista TIME se hacía eco de la revolución de los makers “que puede proporcionar a cualquiera las herramientas para pasar de ser simples consumidores a creadores”.
Hay muchos fabricantes que tienen profesiones creativas relacionadas con la creación de prototipos, la electrónica, la impresión 3D, la robótica, etc. Muchos otros fabricantes lo entienden como un pasatiempo, como una forma de ver el mundo y abordar todo tipo de problemas fascinantes.
Estas personas pueden estar trabajando en grandes empresas y dedicando su tiempo libre a crear, simplemente por pasión, conectarse con otros fabricantes que comparten esta misma forma de ver el mundo.
Es un movimiento de cultura libre que fortalece la red de espacios de fabricación digital, ayuda a difundir la cultura del creador, explorar nuevos modelos de colaboración y aprendizaje, analizar el potencial de Internet de las cosas e investigar cómo pueden fomentar la transformación digital de las organizaciones.
Los cambios se están acelerando, veremos un mundo sustancialmente diferente.
Jorge Dobner
Editor
En Positivo
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