viernes, 4 de diciembre de 2015

El modelo del PP para la eólica: “Cuestionemos el viento, no el mercado”

Por Cristóbal J. Gallego, Miembro del Observatorio Crítico de la Energía y colaborador del Círculo de Economía, Energía y Ecología de Podemos


Es habitual que el mercado, entendido como un espacio donde se asignan precios como resultado de cruzar ofertas y demandas, presente imperfecciones en su funcionamiento respecto a los modelos teóricos utilizados para su diseño, o respecto a la consecución de ciertos objetivos originalmente buscados; en estas ocasiones parece racional modificar dichos modelos para incluir efectos en principio no capturados o, por ejemplo, para incluir estímulos en la dirección en la que queremos que avance la sociedad. Lo contrario, mantener intacto el marco teórico, esperando que sea la realidad la que se adapte a un mercado ideal es, simplemente, dogmatismo.

En este artículo argumentaremos que este tipo de dogmatismo subyace a la subasta de 500 MW eólicos anunciada el 16 de octubre de 2015 y que tendrá lugar a principios de enero. El objetivo de esta subasta es volver a incentivar la instalación de aerogeneradores en España. Sin embargo, este nuevo modelo de subasta que ensaya el gobierno tendrá como consecuencia la instalación de parques eólicos que preferirán, en determinados momentos, parar voluntariamente los aerogeneradores a pesar de tener viento suficiente para generar electricidad, desperdiciando así un recurso gratuito. Será el precio absurdo a pagar por mantener en el altar de lo intocable a un mercado -el eléctrico- que falla por todas partes.

Esto que acabamos de enunciar no es obvio. Tal y como hemos señalado en otras ocasiones, el funcionamiento del sector eléctrico es esencialmente opaco, tanto que las barreras que se interponen ante un ciudadano que quiera entender qué está pagando en su factura parecen intencionadas. Para el caso que nos ocupa, es necesario entender al menos tres aspectos: (i) cómo se fomentaron las energías renovables desde principios de los 90, (ii) qué efecto tienen las energías renovables en el mercado de electricidad, y (iii) qué mecanismo de retribución propone la nueva subasta eólica. Si bien cada uno de estos aspectos merecería extensos escritos, nos limitaremos a plantear las ideas esenciales para construir nuestro hilo argumentativo.

(i) Cómo se fomentaron las energías renovables desde principios de los 90
España fue, hasta el frenazo renovable implementado mediante el Real Decreto Ley 1/2012 (una de las primeras medidas del gobierno de Rajoy), un país de referencia mundial en el sector renovable, especialmente el eólico. Este éxito fue el resultado de un modelo de retribución muy efectivo en impulsar la instalación de parques eólicos (y similar al de otros países de nuestro entorno como Alemania). La idea central consistía en garantizar, mediante una prima, una retribución al kilovatio-hora generado por el viento. Esta retribución la costeaban los consumidores mediante una parte del término fijo de la factura eléctrica y su cuantía era tal que la inversión tuviera sentido tanto para el inversor (en términos de rentabilidad económica) como para la sociedad en su conjunto (por la disminución de emisiones de gases de efecto invernadero, desarrollo de tejido industrial, reducción de importación de materias primas energéticas, etc.). La idea destacable de este mecanismo es que, al ligar la remuneración a la electricidad generada, se incentivaban parques eficientes, bien mantenidos y ubicados en los mejores emplazamientos.

(ii) Qué efecto tienen las energías renovables en el mercado de electricidad
Cuando uno analiza cómo funciona el mercado eléctrico, observa fallos de diseño. Uno de ellos es que el precio que cobran todas las centrales lo fija la tecnología más cara en cubrir la demanda de esa hora. Por tanto, en la factura, el término de energía se nos cobra como si todos los kilovatios-hora los generase la central más cara, típicamente una de carbón o de gas y, sorprendentemente en nuestro país, también la hidráulica. El papel de las centrales hidráulicas en nuestro mercado es un tema especialmente relevante pues supone una clara sobrerremuneración para centrales con bajos costes variables y que gestionan el agua con un claro enfoque especulativo disfrazado en el ambiguo concepto del coste de oportunidad. Resulta por ejemplo muy significativo que los precios del mercado mayorista español estén entre los más altos de Europa en el año 2015, precios fijados especialmente por el carbón y el agua.









Otra anomalía es que las renovables disminuyen el precio del mercado, llegando incluso a hacerlo cero cuando hay mucho viento (en Alemania los nuevos parques llegan a ofertar precios negativos). El efecto puede ser a corto plazo positivo, y de hecho puede llegar a compensar las primas a las renovables explicadas en el punto anterior, como ya hemos analizado en este informe. Sin embargo, tener episodios de precio cero no deja de ser un sinsentido que a medio plazo lastra el desarrollo de renovables (¿qué sistema eléctrico soportaría frecuentemente precios cero?). Y lo que es peor para otras empresas del sector, reduce de forma inmediata lo que ingresan el resto de centrales. Así, resultó que fomentar parques eficientes, bien mantenidos y bien ubicados empezó a poner en riesgo los ingresos que otorgaba el mercado al resto de participantes.

En 2008 hubo cero horas a precio cero. En 2009 fueron 16 horas. En 2010 se llegó a un total de 331 horas. En enero de 2012 tuvo lugar el parón renovable. Si bien el argumento principal para este parón fue frenar el desbocado crecimiento del déficit de tarifa, una vez más un análisis detallado demuestra que si se hubiesen evitado muchas de las malas prácticas que permitió la liberalización del sector (tarifas artificialmente bajas para cumplir los objetivos de inflación de acceso al euro, sobrerremuneración en los Costes de Transición a la Competencia, sobrerremuneración de centrales hidroeléctricas y nucleares por “beneficios caídos del cielo”, etc.), el déficit de tarifa no habría existido. Sin embargo, este frenazo resultó muy efectivo para frenar el desarrollo de un sector que ponía en riesgo los beneficios de empresas que aún podían sacar provecho de explotar centrales viejas y contaminantes, sin perder de vista el interés de algunos actores en convertir nuestro país en un hub de gas natural merced al exceso de gasificadoras que pueblan nuestras costas.

(iii) Qué mecanismo de retribución propone la nueva subasta eólica
Está acabando una legislatura terrible en muchos aspectos. No es de extrañar que ahora, en un ambiente claramente electoralista, el gobierno anuncie a bombo y platillo gestos anestesiantes con el objetivo de difuminar la batería de medidas de los últimos cuatro años. En concreto, el Real Decreto 947/2015 de 16 de octubre convocó una subasta de 500 MW eólicos, sugiriendo que ya estamos otra vez en posición de retomar el verde camino de la sostenibilidad. El objeto de la subasta es el de asignar a los ganadores de la misma una retribución económica que impulse de nuevo la tecnología eólica. Se trata de una subasta a la baja, de modo que los ganadores se determinarán en base a cuánto están dispuestos a minorar esa retribución. Inexplicablemente, también es una subasta marginalista (el resultado de todos los ganadores lo fija aquél que ceda menos en minorar su retribución), lo que incentiva el comportamiento especulativo de grandes participantes.

El detalle importante es que esta retribución ya no será por kilovatio-hora generado, sino que se tratará de una cantidad de dinero fija anual por MW instalado, denominada Retribución a la Inversión, y que se sumará a lo que cobren por vender electricidad en el mercado. La cantidad puede variar desde un máximo de unos 63.000 €/MW al año (en ausencia de presión competitiva en la subasta; solamente esta cantidad permitiría prácticamente recuperar la inversión inicial al final de la vida útil de los parques) hasta 0 €/MW (escenario de extrema presión competitiva). La única condición para recibir esta retribución anual es la de generar un mínimo de electricidad al año; ese mínimo está entre el 55% y el 70% de la electricidad que (por comparación con el resto de parques en España) generarían de forma natural.

Queremos detenernos para analizar las consecuencias de este nuevo mecanismo de retribución. Si los parques eólicos van a ingresar una cantidad fija de dinero al año -además de lo que reciban de vender la electricidad en el mercado- entoncesdesaparece el incentivo de generar electricidad en situaciones de precio cero en el mercado, ya que de hacerlo, no recibirían ingresos extra por esos kilovatios-hora. Más aún, el efecto de disminución de precios que provocan las renovables será también un efecto indeseable para los mismos propietarios de los parques eólicos. Como consecuencia, los parques eólicos preferirán parar los aerogeneradores en situaciones de mucho viento antes que provocar una caída excesiva del precio del mercado. El mismo funcionamiento del mercado facilita este comportamiento, ya que los precios de la electricidad se fijan el día anterior en base a las expectativas de generación y consumo, de modo que, en términos técnicos, los parques dejarán de ofertar su electricidad a precio cero (como han venido haciendo desde la implantación del mercado eléctrico), con las consecuencias indeseables de presión al alza en los precios y, en última instancia, en la factura eléctrica.

No se trata de un caso aislado. Ya el Real Decreto 413/2014 que consumó el recorte a las renovables establece (y además lo hace de forma retroactiva) un sistema de retribución similar, en el sentido de que garantiza la recuperación de la inversión (formalmente, en la práctica es un recorte encubierto) e incentiva poco la producción. Ahora, aprovechando el bombo de reiniciar la instalación renovable, se profundiza en esta estrategia para el caso de la eólica al suprimir completamente el incentivo a la generación. Por tanto, tal y como indicábamos al inicio, el modelo de retribución que se ensaya en esta subasta abre las puertas a un nuevo escenario de profundo dogmatismo que podría enunciarse como sigue: “Si el viento reduce el precio de la electricidad en el mercado, cuestionemos el viento, no el mercado”. Así, el objetivo es, ante todo, mantener el modelo teórico del mercado eléctrico en el altar de lo intocable. Y, sobre todo, mantener constantes los beneficios que de este mercado saca el oligopolio eléctrico. El precio a pagar para conseguirlo no puede sino calificarse de absurdo: incentivar parques eólicos detenidos cuando más viento sopla.


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