sábado, 30 de noviembre de 2013

Las especies invasoras que amenazan el ecosistema español

Darwin, es decir, la evolución herida por la garra del hombre, sufre su pesadilla ibérica. Entre brumosos paisajes reinventados por plantas exóticas, un naturalista describe la dentadura naranja del coipú pirenaico (roedor oriundo de América del Sur); se asombra ante la voracidad de la terrible rana toro, capaz de engullir a una rata, típica, en este sueño, de las aguas del Ebro. Tenemos pirañas en los afluentes; no se bañen, concluye. La biodiversidad ha sido devastada por erráticos aliens..
Fin de la pesadilla. Darwin, es decir, la razón preocupada, despierta en la boca de los actuales científicos. Sigue habiendo urracas, gorriones, lagartos y galápagos autóctonos. No hay pirañas, no se angustien. La evolución no ha enloquecido en este proceso en cascada. 

Quedan hábitats por conservar y defender. Una biodiversidad admirable a escala europea. Es momento de dar la voz de alarma, debemos detener la invasión si no queremos que esta pesadilla pudiera ser una realidad irreversible. 

Las especies invasoras aumentan su presencia exponencial en el mundo, año tras año, como silenciosos vagabundos del clima, desplazando a las autóctonas, transmitiéndoles enfermedades, destruyendo la biodiversidad, y causando estragos en los hábitats y en las infraestructuras. Rompen el equilibrio natural, como quien desatornilla una montaña rusa. Hay quienes las describen como bombas atómicas. Una invasión dañina que tiende a ser desatendida en sus inicios y que después es imparable. 

Un proceso antiguo que empezó antes de Roma, pero multiplicado por la nueva economía global a velocidades de vértigo. Son muy lesivas para el sector agroalimentario. El caracol manzana, por ejemplo, arrasa los cultivos del Delta del Ebro. El mejillón cebra, del que cada puesta puede llegar a los 40.000 huevos, afecta a las obras e infraestructuras hidráulicas, causando problemas de obturación, perjudicando incluso al sistema de refrigeración de las centrales nucleares. Su gestión solo en la zona de los grandes Lagos de Estados Unidos ha provocado pérdidas de más 2.000 millones de dólares. Los cálculos para España no son más alentadores: pérdidas millonarias. Y sigue imparable. Estas invasiones representan una amenaza directa para las especies autóctonas, como el gorrión, los mirlos, los anfibios, los herbívoros, los pequeños y medianos depredadores... lo que podría alterar las cadenas tróficas y por tanto el equilibrio de los ecosistemas. Si una de estas especies prolifera es que el medio ha sido perturbado, el humano metió su zarpa, un efecto colateral impulsado por la economía global, el turismo y la negligencia. Suelen carecer de depredadores naturales. Dispuestas a poner su nido, reproducirse, expandirse... La amenaza en España se cifra en varios centenares de especies con potencial invasor, multiplicadas en sus distintas familias o taxones. La caza de palomas por los siluros, como los cocodrilos, es una atracción en Zaragoza"Siendo optimistas, podríamos decir que la situación es preocupante, sino grave", explican en el Grupo Especialista en Invasiones Biológicas (GEIB). 

Se calcula que en Europa se pierden unos 24.000 euros por minuto en combatirlas. "Una cifra que debería entenderse al alza, porque los estudios solo contemplan un limitado número de especies", afirma Laura Capdevila-Argüelles, del GEIB. La principal especie invasora de la historia –el ser humano– empieza por tanto a preocuparse por una invasión producida por sus actos. Los controles de aduanas parecen fallar, y la economía global no echará el freno, por lo que estaremos cada vez más interconectados. El gusto por mascotas exóticas lo agrava. Y el cambio climático, en los próximos años, no hará más que allanarles el terreno: un caballo de Troya repleto de flora, artrópodos, crustáceos, peces, aves, mamíferos...

"Técnicamente, una vez instaladas es prácticamente imposible o muy costoso erradicarlas, la prevención es fundamental", explica Manuel Nogales, investigador del CSIC. En España tienen presencia estable, en condición de invasión declarada, animales tan variopintos como los mapaches, los galápagos de Florida –de las que fuimos durante años el primer importador de Estados Unidos– o la avispa asiática y el mosquito tigre. Las plantas de jardín constituyen otro riesgo –si la especie tiene capacidad invasora–, así como los huevos o larvas que puedan llegar a través del transporte. 

Hay especies que pueden propagarse por sus propios medios si han colonizado países limítrofes. Es el caso de la avispa asiática, que ya había invadido parte del territorio francés en 2004. En 2010 fue descubierta en el País Vasco y este año ha empezado a nidificar en Cataluña. Es una grave amenaza para la apicultura y podría afectar el panorama agrícola si mengua a uno de los más importantes insectos polinizadores, como es la abeja, especie ya de por sí muy atacada por los plaguicidas agrícolas, y que es una de sus principales fuentes de alimento durante el periodo de cría. 

"No todas las especies exóticas son invasoras", puntualiza Jara Andreu, experta del Exocat, plan de choque pionero en Cataluña contra estas invasiones y coordinado por el CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales). "Consideramos invasoras aquellas que, como la cotorra, invaden un medio, se hacen autosostenibles, y se expanden en un espacio corto de tiempo por otros territorios. Es este grupo el que se debe combatir y prevenir", sentencia. 

Todas estas especies son en extremo adaptables, supervivientes, conquistadoras natas de territorios debilitados. Dentro de este baremo se encuentran aquellas que pueden provocar un gran impacto ecológico, como los depredadores generalistas, y las que compiten por la luz y los recursos con otras especies, o las que modifican por su acción natural el hábitat. Las hay propensas a hibridarse con las autóctonas o las que transmiten enfermedades y parásitos a los humanos (enfermedades que parecen hoy lejanas podrían afectarnos con los vectores adecuados, como el mosquito tigre). El término inglés de clasificación parece por tanto más exacto que el castellano para describir su naturaleza: alien. 

Son invasoras aquellas que, como la cotorra, invaden un medio, se hacen autosostenibles, y se expandenMiren al inocente carpín rojo o pez dorado, el alien típico de las peceras de agua fría y que es originario de Asia. Se trata de una especie muy prolífica que no necesita mucho oxígeno y que remueve los fondos de los ríos, perturbando a aquellas especies de plantas y animales que necesitan vivir en aguas claras. Puede actuar, además, como vector de enfermedades para otros peces. El sencillo acto de lanzarlo de la pecera al río puede ocasionar, con los factores adecuados, una catástrofe. 

Estos actos ignorantes, por acción u omisión, han lanzado a los campos y ciudades a especies apreciadas por mascotas, como las tortugas de florida –grandes depredadoras capaces, en principio, de contagiarnos la salmonelosis–, o las cotorras argentinas y las de kramer –ocasionando molestias de ruidos y peligros por la compleja forma de su nidificación–, o el mapache, muy adaptable a zonas urbanizadas, extremadamente agresivo, y que puede atacar al hombre; hay casos documentados en la Comunidad Valenciana. El mapache puede ser a su vez transmisor de la rabia o del virus del Nilo. 

La industria peletera ha contribuido también a estas invasiones, así como la caza y la pesca deportiva. El visón americano está amenazando al europeo, que se encuentra en extinción, y afecta a la biodiversidad de las zonas en las que se reproduce. Tiene un mayor volumen y es más belicoso que otros mustélidos. La trucha de arcoiris domina a la autóctona y se encuentra en vías de comercialización. El cangrejo rojo americano ha transmitido la afanomicosis, o peste del cangrejo, a los autóctonos, llevándolos al borde del fin, relegados estos en los santuarios de las zonas más altas. 

Otras especies, como el muflón, muy apreciado por la caza, ha desplazado a las especies autóctonas como la cabra pirenaica en Cazorla. El cangrejo chino, apreciado en gastronomía, ha empezado a horadar las orillas del estuario del Guadalquivir, tras invadir la costa Atlántica europea en su propensión migratoria. 

Los pantanos y ríos constituyen la dimensión desconocida 

Monstruos fluviales pujan por hacerse con las turbias aguas. Aunque ahora se ven menos, la caza de palomas por parte de siluros, al modo de los cocodrilos, fue atracción en Zaragoza el año pasado. El siluro proviene de Europa del Este y ha aumentado su tamaño en el benigno clima mediterráneo, alcanzando varios metros de longitud y llegando a pesar 100 kilos. La perca sol, el black bass o el lucio arrasan ecosistemas a pesar del orgullo fotográfico entre los pescadores. 

Las sueltas intencionadas por motivos ecológicos también pueden propagar invasiones. En 2003 fueron liberadores 18 ejemplares de castores europeos en los ríos Ebro y Aragón. Se cree que fue obra de un grupo ecologista centroeuropeo que los soltó para recuperar sus hábitats, propiciando su expansión por los ríos navarros y aragoneses. El castor no es exactamente una especie invasora. Habitó España en la Edad Media, y está protegido en la Unión Europea, pero actualmente apenas acusa depredadores en nuestro territorio. Y tiene la manía natural de crear presas a su paso, modificando las corrientes fluviales y afectando las infraestructuras. Con las especies ya instaladas como las descritas, parece que debemos acostumbrarnos a convivir. "Será un trabajo más de contención que de erradicación, pues han venido para quedarse", asegura Jara Andreu. Por ello los expertos reclaman recursos y voluntad administrativa y ciudadana para no contribuir más a estas invasiones. El objetivo es detener aquellas con potencial dañino que hayan empezado a ser avistadas en los nuevos hábitats. "Las citas puntuales son un elemento fundamental para investigar", alega Jara. Entre estas citas, es decir, animales vistos libres pero de los que no se tiene constancia que hayan empezado a invadir o crear colonias estables, se encuentran en España seres como las pirañas, las tortugas mordedoras, el caimán o la poderosa rana toro. 

El objetivo es detener aquellas con potencial dañino que hayan empezado a ser avistadas en los nuevos hábitatsLos agricultores del Delta del Ebro conocen el potencial destructivo de estas especies. Tienen a su particular Atila, rey de los caracoles. Hay agricultores que han perdido el 80% de sus cosechas por la acción del caracol manzana dorado. En 2009 denunciaron que unas hectáreas estaban colonizadas por este caracol tropical, debido a un escape en una empresa que se había instalado en la zona y dedicada a la cría de animales exóticos. Aseguran que entonces la Generalitat no hizo caso a sus advertencias y que minimizó el riesgo. "Erradicarlo solo habría costado unos 200 euros, y seguramente se habría terminado el problema", explica Daniel Forcadell, del sindicato Unió de Pagesos. 

En 2013, el caracol ya ha invadido la margen izquierda del Delta del Ebro (casi 10.000 hectáreas) y las distintas administraciones llevan gastados más de cinco millones de euros en intentar erradicar una plaga que se muestra tan imbatible como Gengis Khan a su paso por Euroasia. "Hagas lo que hagas: caracoles. Eches agua salada, seques los campos, utilices productos fitosanitarios agresivos, siempre vuelven aparecer, caracoles y más caracoles, han infectado todo el río", se lamenta Forcadell. Los agricultores en el campo empiezan a ser los notarios de este mal silencioso. Cuando desecan determinadas aguas en el Delta, en las que solían aparecer grandes cantidades de pescados, denuncian que ahora solo encuentran jóvenes siluros. 

En el Delta del Ebro saben que son la punta de lanza de estas invasiones por sus particulares condiciones climáticas. "Esto se extenderá y lo infectará todo. La ciudadanía y la Administración deberían entender que no se trata de un problema exclusivo de los agricultores del Delta, sino de todos", advierte Forcadell, harto de sabotajes, y que incluso los turistas recojan estos caracoles para trasladarlos a sus hogares y así fomentar la invasión, un delito ambiental tipificado en el Código Penal. Se trata además de un problema global, ya que muchas de nuestras especies autóctonas se convierten en invasoras en otros lugares, como ocurre con el conejo ibérico en las Antípodas o la mosca de la fruta. Países como Australia y Nueva Zelanda, en su condición de islas y con un gran número de especies endémicas, tienen una legislación y unos controles muy exhaustivos. En muchas ocasiones es la persistencia del humano lo que facilita la invasión de estos seres adventicios, asilvestrados, intrusos, naturalizados en tierra extraña y muy dañinos. "En las islas, el problema es mucho mayor", afirma Nogales. Si la potencia destructiva de estas especies puede llegar a ser de por sí catastrófica en el continente, en los archipiélagos alcanza consideraciones bíblicas. "Solo los gatos asilvestrados puede arrasar todo un ecosistema, o las plantas exóticas de jardín, convirtiendo un vergel en una isla desértica", advierte Nogales. Muchas de nuestras especies autóctonas se convierten en invasoras en otros lugaresLas Islas Canarias son de los territorios más afectados por estas invasiones en España. La plaga de la serpiente californiana, o el adventicio murciélago egipcio, se encuentran entre sus nuevos moradores. También especies tan voraces como la cabra africana arruí, que se alimenta de gran cantidad de vegetales, introducidos en la isla de La Palma o incluso en la salvaguarda de la biodiversidad que es el Parque Natural del Teide. "Solo que alguna de estas especies afecte a los lagartos, por ejemplo, un animal fundamental en el control de la entomofauna y para la dispersión de las semillas, puede provocar un gran desequilibrio", afirma Nogales. La introducción de estas especies es una principales causas de la extinción de los ecosistemas isleños. "Son bombas de relojería, porque las autóctonas están menos preparadas para la defensa", concluye. Tic, tac, tic, tac... Las especies invasoras proliferan a costa de nuestro entorno. Solo el humano les gana en la destrucción de los hábitats. Hormigas locas. Codornices asiáticas. Faisanes. Erizos africanos... Nuestra biodiversidad debería ser entendida como las frágiles murallas de la antigua Troya. ¿Recuerdan qué ocurrió con el envenenado regalo de los griegos? Como el viejo general Sun Tzu, estas especies utilizan el terreno para graznar victoria. Como Napoleón, aprovechan la velocidad para invalidar cualquier respuesta. Como Julio César, usan su gran número para asegurar el éxito de la colonia. Está en su biología, solo luchan por la supervivencia. No es su culpa. Es la nuestra. Y aun así, ¿qué nos depara ese exótico caballo de madera situado en la tienda de mascotas? 

Una ley polémica 

El Gobierno modificó este año, vía Real Decreto, la ley que regula las especies invasoras. Una norma polémica que ha levantado las suspicacias de los ecologistas y parte de la comunidad científica. En la nueva ley, que viene a derogar la anterior de 2011, algunas de las especies consideradas como nocivas han perdido su estatus de invasor en parte o se permite su comercialización."Precisamente la ley le ha quitado el carácter invasivo o permitido el comercio con aquellas especies que motivaron, por su problemática, que se crearan estas normativas, como la trucha arcoiris", explica Miguel Ángel Hernández de Ecologistas en Acción, que está preparando un recurso. Es el caso, por ejemplo, del visón americano, que solo tiene prohibida la instalación de granjas peleteras en las zonas donde está el visón europeo (norte de España). "Como si los visones entendieran de fronteras administrativas", dice Hernández. Para los ecologistas esta nueva ley "indica que siguen primando otros intereses, como los comerciales, por encima de los estrictamente medioambientales, aunque después va costar lo suyo tener que combatirlas», asegura Hernández. 

Decálogo para evitar la proliferación de especies 

Son puntos sencillos, y muchos de ellos obvios y conocidos, pero si se aplicasen con firmeza se reduciría enormemente el riesgo: 
1.- Conservar el buen estado de los ecosistemas previene la invasión, ya que los ecosistemas degradados son más proclives a ellas. 
2.- Evitar sueltas. Las sueltas intencionadas o accidentales de especies con potencial invasor es uno de los principales factores de colonización. No compre especies exóticas con potencial invasor y nunca las suelte. 
3.- Control en el transporte. El transporte tanto marítimo como terrestre ha promovido a algunos de los seres invasores más dañinos. Tareas de desinfección, limpieza y control de las aguas de lastre, pueden ayudar a prevenir la expansión. Más de 100.000 toneladas de aguas de lastre son transportadas anualmente. 
4.- Turismo. Ya sea de manera intencional o no, el turismo es un factor que puede propagar estas especies. 
5.- Compromiso. Los expertos reclaman un compromiso serio y a largo plazo con el medio ambiente, con el conjunto de estamentos implicados y con la ciudadanía, de directrices claras y recursos adecuados. 
6.- Plantas de jardín. Con un número cada vez mayor de parques y jardines domésticos, y con una propensión al gusto por especies exóticas, son una amenaza. 
7.- Movilización. Capturar y trasladar especies invasoras ya instaladas en el país favorece la expansión. Es un delito medioambiental. 
8.- Caza y pesca. Son algunos de los factores que más han contribuido a la tasa de invasión de algunas especies. Cuanta mayor sea la afición, mayor será la posibilidad de extenderlas a otros territorios. 
9.- Peleteras y consumo humano. El comercio de cualquier tipo con estas especies es un factor de riesgo muy elevado. La introducción de especies por cuestiones gastronómicas favorece su aparición. Algunas de ellas han sido liberadas incluso por la Administración. 
10.- Prevención. La mejor y casi única manera de combatirlas es evitar que lleguen o erradicarlas en sus inicios. El aviso a las autoridades en caso de avistamiento es fundamental. 

La flora, un gran campo de batalla 

A pesar de ser menos mediáticas que los invasores de la fauna, la flora es en realidad uno de los grandes campos de batalla debido a su gran número y al hecho de que haya sido muy beneficiada su introducción a través de la jardinería ornamental. También por sus capacidades de adaptación en los hábitats degradados y por lo que los científicos denominan presión de propágulos (el esfuerzo por ir introduciendo en un determinado lugar y tiempo la especie). Existen centenares de plantas con potencial invasor, y todas compiten por los recursos: el suelo, la luz y el agua, y algunas de ellas tienen la capacidad incluso de diezmar los recursos hídricos, secando arroyos y fuentes. 

Algunos ejemplos: Jacinto de agua. La Eichhornia crassipes es una especie tropical, muy prolífica, oriunda de Brasil, que cubre por completo la lámina de agua en donde crece, impidiendo que llegue la luz del sol al fondo. 'Spartina densiflora'. Conocida por esparto o espartillo, es una gramínea originaria de América del Sur, y está invadiendo los ecosistemas marismeños españoles, como el Golfo de Cádiz, hábitats de por sí muy delicados. Plumero de la pampa. La Cortadeira selloana es otra de las especies invasivas que causa estragos. Se la considera originaria de Argentina, Uruguay y la zona meridional de Brasil. Introducida en España como planta ornamental por los indianos, y utilizada por ingenieros para evitar los corrimientos de tierra. Acacia dealbata. La mimosa plateada, de origen australiano y nativa de Tasmania. Es un árbol perennifolio que puede alcanzar los 30 m de altura, con la ventaja competitiva de rebrotar tras los incendios. Uña de gato. El Carpobrotus sp., también conocido como uña de gato o uña de león, es una especie originaria de África del Sur, con tallos reptantes de base leñosa. De alto valor ornamental, es una planta típica en las urbanizaciones costeras. Compite activamente por la luz y el agua de las especies nativas. Chumbera. El Opuntia ficus-indica, proveniente de América del Sur, es otro caso de éxito en los climas mediterráneos. Los cactus y pitas, muy de moda en jardines y casas por los pocos cuidados que necesitan, pueden también afectar los ecosistemas.

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